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La Disciplina de Desconectarse

July 23, 2025
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René Sonneveld

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A menudo hablamos del alto rendimiento en términos de empuje, resultados y disciplina. Pero, especialmente para quienes lideran, uno de los aspectos más subestimados del éxito sostenido es la capacidad de hacer una pausa. De dar un paso atrás con intención, no como una retirada, sino como un reinicio. Yo lo aprendí por las malas y también de forma honesta: empujando demasiado tiempo sin parar, y comprobando lo mucho más claro que pienso después de una pausa. Este blog explora la habilidad de encenderse y apagarse con propósito, y por qué saber cuándo detenerse es tan poderoso como saber cómo empezar.

A las 4 de la mañana, el mundo está en silencio. La bandeja de entrada sigue vacía. El día todavía no ha decidido quién necesitas ser.

Hace un tiempo, compartí en LinkedIn una reflexión sobre la idea de “crear más tiempo”. Una estrategia que he probado —aunque no sea para todos— ha sido comenzar el día a esa hora. Hay algo poderoso en avanzar con el trabajo antes de que el mundo despierte. El silencio, la concentración, la ventaja inicial... pueden sentirse como horas ganadas.

Pero he aprendido algo igual de importante: esto solo funciona si está equilibrado con saber cuándo parar. Forzar más sin descanso no es sostenible. Y lo que es aún más importante, no nos hace mejores.

La verdadera disciplina está en saber cuándo encenderse con plena presencia, y cuándo apagarse con la misma claridad. Ese equilibrio es la ventaja. Francesca Hayward lo expresó perfectamente cuando dijo: “Encontrar maneras de desconectar y relajarse es tan importante como trabajar muy duro”.

El Costo de Estar Siempre Conectados

A lo largo de los años, he visto el mismo patrón en entornos de alto rendimiento. En salas de directorio, empresas familiares y sesiones de coaching, la presión no se detiene. Se espera que los ejecutivos lideren con decisión, absorban el estrés, respondan a las crisis y definan la estrategia —muchas veces todo en el mismo día. Pero detrás de escena, hay un costo por estar siempre conectados. Si no integramos la recuperación, el sistema eventualmente colapsa.

Incluso los mejores rendidores son vulnerables. Arianna Huffington, después de desmayarse por agotamiento en 2007, redefinió su relación con el trabajo. Comenzó a estudiar el sueño, la recuperación y el bienestar, no como tendencias de bienestar, sino como palancas de rendimiento. Ese camino la llevó a fundar Thrive Global y a escribir The Sleep Revolution, ambas construidas sobre la premisa de que no se triunfa empujando sin parar, sino sabiendo cuándo recargar.

Richard Branson, a pesar de dirigir cientos de empresas, prioriza el tiempo en el agua, en las canchas de tenis y con su familia. No ve el descanso como tiempo libre. Lo ve como tiempo esencial para la claridad, la energía y la creatividad.

Lo que estas personas tienen en común no es un lujo de recursos, sino una mentalidad. La capacidad de desconectarse con intención es parte de lo que les permite conectarse con potencia.

Por Qué la Recuperación Alimenta el Rendimiento

La lógica detrás de desconectarse es simple, pero profunda. Alejarse permite claridad mental. Nos da espacio para dejar de reaccionar y comenzar a reflexionar. Ahí es donde suele surgir la verdadera comprensión.

Las pausas también restauran el equilibrio emocional. Nos ayudan a recuperar la paciencia, la perspectiva y la empatía —todos elementos que influyen en cómo lideramos. También hay una dimensión física. La exposición constante a pantallas, las largas horas sentado y las agendas implacables nos pasan factura. Si queremos mantenernos agudos, debemos tratar al cuerpo como parte del sistema, no solo al cerebro.

El descanso no es una distracción. Es un reinicio.

La creatividad necesita espacio. Algunas de las mejores ideas no surgen en reuniones. Emergen en momentos tranquilos. Caminando. Cuidando el jardín. Leyendo. O haciendo algo sin ningún objetivo más allá de simplemente estar presente.

Cómo Se Ve Esto en la Práctica

Por supuesto, saber esto y vivirlo son cosas distintas. Con el tiempo, he aprendido a reconocer cuándo me estoy acercando al agotamiento. Mi pensamiento se estrecha. Mis decisiones se vuelven más rápidas pero menos fundamentadas. En esos momentos, sé que necesito un reinicio.

Recuerdo una mañana, mucho antes del amanecer, sentado con una taza de café y una hoja en blanco. Me había despertado temprano pensando que atacaría los correos o revisaría una propuesta. En cambio, escribí tres preguntas:

  • ¿Qué quiero sentir hoy?

  • ¿Qué quiero que los demás sientan?

  • ¿Y qué puede esperar?

Ese momento no solo organizó mi día. Reinició mi mentalidad. A veces, la verdadera productividad ocurre antes de que se haya hecho ninguna tarea.

A veces, ese reinicio es digital. Mi reloj se apaga a las diez de la noche. Trato de proteger el tiempo sin conexión, especialmente durante las comidas o a primera hora del día. Evito abrir el correo apenas me levanto, no porque todo pueda esperar, sino porque quiero elegir cómo entro en el día.

Otras veces, encuentro ese reinicio en la naturaleza. Incluso una caminata breve despeja el ruido mental. Hay algo profundamente reparador en estar afuera, sin pantalla y sin propósito más allá de observar. Un amigo me dijo una vez: “Apaga la pantalla y enciende los sentidos”. Esa frase se me quedó grabada.

La atención plena también ayuda. Unas respiraciones profundas entre reuniones. Una pausa antes de una conversación difícil. Escribir en el diario cuando mis pensamientos se dispersan. Son prácticas pequeñas, pero me devuelven al centro.

A veces, el mejor reinicio es el juego. Leer algo que no tenga que ver con el trabajo. Escuchar música. Salir al agua. La actividad en sí no es lo importante. Lo es el cambio de energía.

Una Reflexión Final

En mi trabajo como coach, a menudo veo un cambio cuando los líderes empiezan a entender este ritmo. Dejan de medir el éxito solo por horas trabajadas o por cuánto tiempo permanecen conectados. Empiezan a valorar la claridad, el momento oportuno y la presencia. Se dan cuenta de que estar “encendido” solo funciona si también saben cómo apagarse.

Desconectarse no se trata de perseguir el equilibrio por sí mismo. Se trata de aprender a sostener tu ventaja. Crea espacio para la reflexión y para que las ideas emerjan. Le da al sistema lo que necesita para responder con fortaleza, no con reflejo.

Los verdaderos profesionales no solo empujan. También saben cómo recuperarse.

Porque la verdadera medida del rendimiento no es cuánto tiempo puedes estar activo. Es cómo te presentas cuando realmente importa.

Y eso empieza por saber cuándo dar un paso atrás.

Me encantaría conocer su opinión sobre este tema.

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