¿Por qué pondrías un límite a tu potencial?
Despoja tu vida de tu trabajo, tus títulos, tus historias. ¿Qué queda?
Esa es la parte que la mayoría nunca llega a conocer.
Así que te pregunto. ¿Quién eres?
No lo que haces. No tu título, tu rol o tu tipo de personalidad. No tus logros. No tus heridas.
¿Quién eres en realidad?
Parece simple hasta que realmente le das vueltas en la mente. Hasta que los títulos, los roles y las opiniones se desprenden. Hasta que te quedas solo con tu propio reflejo y la pregunta: ¿qué queda si todo lo demás desaparece?
En coaching, esto no es solo un ejercicio bonito de autorreflexión. Es la base. La manera en que te defines marca los límites o las posibilidades de tu crecimiento.
Ahí es donde entra el Modelo de Identidad Central. Vamos a recorrerlo juntos.
Nivel 1: El Yo Superficial: Lo que hago, siento o pienso
La mayoría empieza aquí:
- “Soy lo que hago.”
- “Soy mi título profesional.”
- “Soy lo que siento.”
- “Soy lo que otros dicen de mí.”
Es el mundo del rendimiento y los roles. Nos aferramos a los resultados y a los elogios que vienen con ellos, hasta que un día, desaparecen.
He visto a directores generales desmoronarse tras jubilarse, no porque perdieran sus habilidades, sino porque perdieron el rol que les decía quiénes eran.
Cuando nuestra identidad depende solo de nuestras acciones, emociones o resultados, es frágil. Un cambio de carrera, un proyecto fallido o un solo comentario hiriente puede hacernos tambalear.
Esta es la primera trampa de la autodefinición: confundir el rendimiento con la persona.
Nivel 2: El Yo Narrativo: Las historias que nos contamos
Si profundizas un poco más, encuentras las historias y etiquetas que hemos acumulado a lo largo de los años:
- “Soy un gran triunfador.”
- “Soy ansioso.”
- “Soy el responsable.”
- “No soy bueno en las relaciones.”
Algunas de estas historias nos impulsan. Muchas nos frenan. Nacen como mecanismos de defensa o como cosas que otros nos dijeron, y con el tiempo, las tomamos como verdad. Escribí más sobre estos guiones internos en otro artículo, Las historias que nos contamos. Aquí es donde suelen vivir esas historias que nos limitan.
Un cliente me dijo una vez: “Siempre he sido el pacificador de mi familia, así que evito el conflicto a toda costa.” Ese rol le ayudó a sobrevivir en su infancia, pero en su rol de liderazgo significaba que evitaba conversaciones difíciles que su equipo necesitaba tener.
Otra mujer con la que trabajé estaba convencida de que era “mala con el dinero” por un error financiero que cometió en sus veinte. Veinte años después, aún dejaba que esa historia dictara sus decisiones.
Pero tú no eres tu historia. Tus roles, etiquetas e incluso tus creencias pueden y van a evolucionar.
Cuando nos aferramos demasiado a las narrativas antiguas, protegemos el pasado a costa del futuro. El trabajo aquí es simple, pero no fácil: ver la historia y preguntarte si todavía te sirve.
Nivel 3: El Yo Esencial: Quién eres en el fondo
Aquí llegamos al núcleo.
¿Quién eres sin las etiquetas?
¿Sin los logros?
¿Sin que nadie te mire?
El yo esencial no se construye con el rendimiento. Se construye con valores. Con las cualidades que permanecen firmes incluso cuando todo lo demás cambia:
- Soy honesto.
- Soy creativo.
- Soy compasivo.
- Soy valiente.
- Soy curioso.
Pienso en una fundadora a la que acompañé y que perdió su empresa en una crisis del mercado. Me dijo: “Ya no tengo un negocio, pero sigo siendo la misma persona que lo creó.” Esa es la identidad central. Su valentía y creatividad seguían intactas, y eso se convirtió en el punto de partida para lo que construyó después.
O el atleta retirado que temía la vida después del deporte, hasta que descubrió que su disciplina y generosidad, las mismas cualidades que lo hicieron un gran compañero de equipo, eran la base para una nueva carrera como mentor de jóvenes deportistas.
No son habilidades ni metas. Son formas de ser. Y aquí está lo bonito: no hay techo. Puedes crecer en honestidad, en valentía, en compasión. Puedes ser creativo incluso cuando nada funciona.
El yo esencial te da una base lo bastante sólida como para sostener el cambio constante.
Por qué este modelo importa
Cuando te defines por lo que haces, eres frágil.
Cuando te defines por quién eres en tu núcleo, eres resiliente.
Por eso tantas personas se sienten perdidas después de un cambio de carrera, una ruptura o un golpe personal. Su identidad estaba anclada a algo externo.
El Modelo de Identidad Central te trae de vuelta a casa. Te lleva del rendimiento al propósito, de las etiquetas a la libertad.
Si quieres intentarlo, pregúntate
- ¿Dónde he confundido lo que hago con quién soy?
- ¿Qué historias o etiquetas he superado?
- ¿Qué valores me describen en mi mejor versión?
- ¿Cómo puedo definirme de una manera que deje espacio para crecer?
- Si todo cambiara mañana, ¿qué parte de mí seguiría siendo cierta?
No son preguntas para responder una vez y guardar en un cajón. Son compañeras para el camino.
Reflexión final
El mundo intentará definirte, a través de títulos, roles, algoritmos, tests de personalidad, incluso las opiniones de quienes te quieren.
Pero tu identidad no tiene por qué encajar en la caja de otra persona.
Tú decides quién eres. De adentro hacia afuera.
Cuando dejas de permitir que el mundo te diga quién eres, conoces la parte de ti que ha estado ahí todo el tiempo.