Información General de Coaching

Cuando el corazón guía al cerebro -Lo que la sabiduría ancestral y la ciencia moderna revelan sobre la inteligencia interior

July 22, 2025
  •  
5 minute read
  •  
René Sonneveld

Hablar con René en un

Virtual coffe with Rene
Café virtual

Nos han enseñado a confiar en la mente, en la lógica, el análisis y el intelecto. Pero ¿y si la verdadera sabiduría estuviera en otro lugar? ¿En un lugar más profundo, más silencioso? Este artículo comenzó como una reflexión personal sobre una frase que se me quedó grabada: una enseñanza que recibí de Deepak Chopra en su casa en La Jolla, durante una sesión de Meditación Trascendental. Volvió a surgir más tarde en la India, durante una formación en Ayurveda, y se profundizó aún más cuando conocí el trabajo de Gregg Braden y HeartMath. Lo que descubrí, tanto desde la experiencia vivida como desde la ciencia, es esto: el corazón no es solo emocional. Es inteligente. Y cuando el corazón y el cerebro trabajan en coherencia, ocurre algo poderoso. No solo rendimos mejor: vivimos y lideramos desde un lugar de claridad, presencia y sabiduría profunda.

Todo comenzó en la casa de Deepak Chopra en La Jolla.
Estaba allí para una sesión en grupo reducido en la que él enseñaba Meditación Trascendental. El ambiente era sereno, con la luz del sol entrando por amplios ventanales y el Pacífico susurrando tranquilamente al fondo. En un momento, Deepak habló sobre la inteligencia del corazón. “El corazón no es solo una bomba”, dijo. “Es un órgano de percepción”.

Esa frase me impactó de una manera que no esperaba. No la comprendí del todo en ese momento, pero algo en mí la reconoció.

Años más tarde, en la India, durante mi formación en Ayurveda con Kristos y Foster, ese momento inicial cobró pleno sentido. Allí aprendí que el corazón no se ve solo como fuente de emoción, sino como el asiento mismo de la conciencia. Es donde residen la claridad, el coraje y el conocimiento profundo.

Pero no fue sino hasta mucho más adelante, al encontrarme con el trabajo de Gregg Braden y el Instituto HeartMath, que todas las piezas empezaron a encajar.

Lo que la sabiduría ancestral sabía y la ciencia moderna ahora puede medir

Las investigaciones de HeartMath revelan algo asombroso, aunque quizá no sorprendente: el corazón envía más señales al cerebro que el cerebro al corazón. No son solo metáforas. Son impulsos eléctricos y magnéticos medibles. El corazón no reacciona al cerebro. Lo guía.

Y según lo que el corazón está sintiendo (estrés, miedo, frustración, o bien gratitud, cuidado o compasión) envía mensajes muy distintos. Señales caóticas y entrecortadas activan la química del modo de supervivencia: cortisol, adrenalina, visión reducida. Pero cuando el corazón entra en un ritmo coherente, le comunica al cerebro: “Estamos a salvo”. Desde ese estado, el cuerpo se abre, literal y figuradamente. Mejora la respuesta inmune. La toma de decisiones se afina. La creatividad regresa. Nos volvemos más plenamente nosotros mismos.

Para mí, aquí es donde todo se vuelve realmente interesante. No solo como coach o alguien con una larga trayectoria en liderazgo, sino como ser humano que navega cada día la complejidad, la ambigüedad y las relaciones.

Cabeza, corazón y estómago: tres formas de saber

En mi trabajo, suelo decir que la cabeza contiene el poder analítico, el corazón la sabiduría emocional y el estómago el saber instintivo. La clave no está en elevar uno por encima de los otros, sino en aprender a armonizarlos. Saber cuándo una decisión necesita más pensamiento, cuándo necesita más sentimiento o cuándo simplemente hay que tomarla.

Pero cada vez más, descubro que el corazón es el puente. Es el órgano que escucha en ambas direcciones. Enraíza la lógica en la empatía y modera el instinto con compasión.

El estado gamma: súper aprendizaje e intuición profunda

Braden habla del estado cerebral gamma, un estado al que los monjes tibetanos acceden tras décadas de meditación. En ese estado, el cerebro se mueve rápido, en armonía. Lo más sorprendente es que ese estado suele iniciarse no solo desde el cerebro, sino desde el corazón.

Cuando creamos coherencia entre el corazón y el cerebro, entramos en gamma. Y en ese estado, se vuelve disponible otra cosa: intuición profunda, enfoque, claridad, incluso una percepción sensorial ampliada. Hay quienes describen recordar experiencias completas con gran detalle o captar señales sutiles que normalmente pasarían desapercibidas.

Esto es lo que él llama “despertar el ojo único del corazón”. En la tradición cherokee se conoce como Shantihishta: no es un ojo que juzga, sino uno que discierne. Ve lo que es verdadero para ti. No en el sentido analítico de correcto o incorrecto, sino en un saber silencioso que vive más allá del lenguaje.

Yo he sentido eso. Y si alguna vez tuviste un momento en que tu estómago dijo “sí” antes de que tu cerebro reaccionara, probablemente tú también.

Una práctica simple que lo cambia todo

Y aquí viene lo hermoso: no necesitas retirarte a un monasterio por tres años para acceder a este estado. Hay una práctica simple, respaldada por la ciencia y enraizada en la sabiduría ancestral, que construye esta conexión corazón-cerebro en solo unos minutos al día.

Comienza con tres pasos:

  1. Dirige la atención al corazón. Coloca suavemente la mano en el pecho. El tacto lleva conciencia.
  2. Lentifica la respiración. Inhala cinco segundos, exhala cinco segundos. Indícale al cuerpo que está a salvo.
  3. Activa una emoción renovadora. Siente aprecio, cuidado, compasión o gratitud. No intelectualmente, sino emocionalmente. Piensa en una persona que amas. Un lugar que te calma. Un recuerdo que te calienta el pecho. Déjalo llenarte.

Solo tres minutos de esto modifican los patrones eléctricos del corazón, generando coherencia. El cerebro responde produciendo un cóctel neuroquímico completamente distinto: antiinflamatorio, regenerativo, creativo. Y esos efectos pueden durar hasta seis horas.

Por qué esto importa en el liderazgo (y en la vida)

Esto no es solo autocuidado. Es higiene del liderazgo.

Cuando los líderes operan desde un estado coherente, responden en vez de reaccionar. Escuchan distinto. Se comunican con mayor claridad. Crean culturas donde las personas se sienten más seguras, y también más responsables.

He visto esto suceder en conversaciones de coaching. Un CEO que comienza la sesión disperso y tenso, pero entra en coherencia y accede repentinamente a una claridad más profunda. Un líder de empresa familiar que respira antes de hablar y elige una respuesta que genera confianza en lugar de defensa. Estos no son cambios menores. Son la diferencia entre conflicto y resolución, entre sobrevivir y evolucionar.

Volver al origen

Lo que comenzó para mí como un ejercicio de meditación en La Jolla se ha convertido en una de las herramientas más prácticas que uso en mi vida y trabajo. La intersección entre ciencia moderna, sabiduría ancestral y práctica encarnada ya no es solo una curiosidad, sino un camino.

No estamos hechos para vivir solo desde la cabeza. El corazón no es sentimental. Es estratégico. Sabe cosas que la mente por sí sola no puede conocer.

Y quizá el verdadero trabajo, para quienes lideramos, acompañamos o formamos parte de familias, sea aprender a confiar en él nuevamente.

Me encantaría conocer su opinión sobre este tema.

Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.