¿Alguna vez has visto una reunión de empresa familiar perfectamente planificada desmoronarse en minutos? Yo sí, y no fue por una mala preparación, sino porque se omitió algo más profundo.
Puedes tener un modelo financiero impecable, un plan patrimonial blindado o una estructura fiscal eficiente, pero si no puedes sentarte con una familia en la incomodidad cruda de la transición, tu consejo no será efectivo. He visto a abogados, contadores y administradores patrimoniales de clase mundial entrar en reuniones familiares armados con hojas de cálculo y credenciales, solo para salir desconcertados. Sus planes eran técnicamente perfectos, pero su presencia era inexistente.
Lo que separa a un asesor exitoso de empresas familiares del resto no es la maestría de herramientas financieras, sino la maestría en presencia emocional: la habilidad para percibir las corrientes subyacentes en la habitación, sostener el silencio cuando alguien llora y hacer las preguntas que nadie más se atreve a expresar. En resumen, convertirse en un socio de pensamiento, un consigliere, una voz confiable no solo para la estrategia, sino también para el significado.
Cuando el consejo no es suficiente
Una reunión financiera de rutina dio un giro repentino. A los cinco minutos, las hojas de cálculo quedaron olvidadas y el dolor llenó la sala.
Recuerdo una reunión específica. Un banquero senior me invitó a participar en una conversación con una empresa familiar de tercera generación. Él pensó que necesitaban asesoría sobre asignación de portafolio, pero pronto fue claro: esto no era sobre estrategia de inversiones, sino sobre legado, identidad y duelo.
El patriarca había fallecido inesperadamente nueve meses atrás. La hija mayor permanecía en silencio, intentando mantener unida a la familia. El hijo menor seguía volviendo obsesivamente a los números, concentrado en el desempeño empresarial para evitar el dolor. En ese momento, lo que necesitaban no era un plan financiero, sino alguien que pudiera permanecer en silencio, escuchar profundamente y percibir lo no dicho.
Ese cambio, de experto técnico a aliado emocional, es la esencia del rol de consigliere.
El mito del experto omnisciente
La formación tradicional nos moldea para ser la persona más inteligente en la sala. En finanzas, derecho y contabilidad, se nos enseña a dar respuestas, resolver problemas y mostrar resultados.
Sin embargo, las familias empresarias no buscan una enciclopedia ambulante, buscan alguien que los acompañe en medio de la incertidumbre, los conflictos y las transiciones. Necesitan alguien capaz de comprender el panorama completo: no solo los números, sino también la historia que hay detrás de ellos, el dolor tras el conflicto y los sueños ocultos bajo la estructura.
La experiencia técnica puede diseñar un puente perfecto, pero la inteligencia emocional es la que guía a la familia a cruzarlo con seguridad.
La complejidad emocional no es un simple añadido, es el plato principal en las empresas familiares. Sin embargo, la mayoría de los asesores no están capacitados para ello. He visto a brillantes profesionales derrumbarse ante lágrimas, silencios o desacuerdos, refugiándose rápidamente en su zona de confort: gráficos, cláusulas y cálculos.
Precisamente por eso fracasan.
Cuando el asesor se convierte en gerente y fracasa
A los seis meses, las tensiones ardían bajo la superficie. Los hermanos apenas se dirigían la palabra, y las lágrimas silenciosas de la matriarca resonaban en la sala.
Recientemente presencié cómo un asesor fiscal excepcional fue promovido para dirigir una oficina familiar recién creada. En teoría, parecía perfecto: inteligente, eficiente y bien relacionado. Conocía los números al detalle y había establecido estructuras que ahorraron millones a la familia. Sin embargo, poco después de asumir su nuevo rol, todo comenzó a desmoronarse.
¿Qué falló?
Trataba la oficina familiar como un departamento corporativo, viendo a los familiares como clientes en lugar de personas. Se paralizó cuando la matriarca lloró, calificó de "idealista" la propuesta de la hija menor sobre inversiones de impacto y no logró mediar en las tensiones entre hermanos distanciados. Fracasó no por falta de competencia, sino por falta de inteligencia relacional.
Era un brillante técnico, pero estaba en el rol equivocado.
El trabajo requería más que estrategia. Requería presencia. La habilidad para leer corrientes emocionales, sostener perspectivas en conflicto y construir confianza lentamente, día tras día. Requería un cambio de mentalidad: del control a la curiosidad, de la ejecución a la facilitación.
Finalmente, la familia trajo a alguien más. No fue un contador público ni un abogado, sino un exdirector operativo con fuertes habilidades para escuchar y un instinto especial para las dinámicas familiares. Él no intentó impresionar; intentó comprender. En menos de un año, la oficina se estabilizó.
La habilidad técnica consigue el empleo; la habilidad emocional te mantiene en él.
Por qué la excelencia técnica se queda corta
No me malinterpretes: la excelencia técnica es fundamental, pero ya no marca la diferencia. La información abunda, pero la confianza escasea.
La confianza no se construye con inteligencia cognitiva (IQ), sino con inteligencia emocional (EQ).
Y tener inteligencia emocional no significa ser débil o "blando". Significa ser capaz de:
- Leer emocionalmente la situación. Entender quién se está conteniendo, quién está simulando y quién protege a quién.
- Manejar la tensión. No todo se resuelve en una sola reunión; algunas verdades deben surgir lentamente.
- Hacer preguntas poderosas y no transaccionales. Aquellas que revelan lo verdaderamente importante.
- Navegar en la ambigüedad. Las dinámicas familiares rara vez siguen una lógica lineal.
- Equilibrar la empatía con la influencia. No solo eres un apoyo emocional, también eres un catalizador de claridad.
Un cliente lo expresó perfectamente: "Podemos encontrar otro contador mañana, pero alguien que nos entienda es invaluable". Otro comentó: "No solo necesito alguien que administre mi dinero, necesito alguien que pueda gestionar una cena familiar sin que termine en guerra".
El costo de ignorar las emociones subyacentes
He visto a asesores fracasar por ignorar la arquitectura emocional de una familia. Establecen estructuras de gobernanza sin trabajar la confianza, diseñan planes de sucesión sin discutir el sentido de valía y nombran herederos sin reconocer la rivalidad entre hermanos. Luego, se sorprenden cuando todo se desmorona.
Trabajé con una familia que gastó más de un millón de dólares en una estructura eficiente en términos fiscales que permaneció archivada durante tres años. ¿Por qué? Porque los tres hermanos a cargo no se hablaban. El problema no era legal, sino emocional: envidia, orgullo y desconfianza.
La mentalidad del consigliere
El término "consigliere" evoca lealtad, discreción y perspicacia. Para las familias empresarias, significa ser un aliado estratégico y emocional, no para imponer, sino para:
- Mantener múltiples verdades: el impulso innovador de una hija y el temor al cambio del padre.
- Invitar a lo no dicho, con suavidad pero directamente, al diálogo.
- Co-crear significado en lugar de imponerlo.
- Aportar claridad, no solo soluciones.
Este cambio no implica abandonar la experiencia técnica, sino integrarla con empatía y presencia. Dejas de intentar "arreglar" y comienzas a buscar entender, mostrando más curiosidad que certeza.
Te conviertes en un espejo que refleja verdades más profundas.
Por qué tantos asesores enfrentan desafíos
La verdad es que es más fácil refugiarse detrás de hojas de cálculo que permanecer en la incomodidad. Muchos asesores evitan lo incómodo, apresurándose a ofrecer soluciones antes de escuchar realmente, atacando problemas técnicos mientras ignoran desafíos adaptativos más profundos. Temen volverse irrelevantes si no ofrecen respuestas inmediatas.
Pero las familias empresarias no necesitan más respuestas, sino mejores preguntas y espacios para explorar sus valores, contradicciones y temores.
Algunos de los mejores asesores que conozco empezaron a fracasar menos cuando empezaron a hablar menos.
¿Qué hace a un consejero estratégico?
Aquí están las características que distinguen a los verdaderos socios de pensamiento de los asesores transaccionales:

Si quieres entrar en este espacio, pregúntate:
- ¿Cuándo fue la última vez que permitiste que el silencio hiciera el trabajo pesado?
- ¿Puedes detectar cuando alguien asiente sin realmente estar de acuerdo?
- ¿Tienes el valor para nombrar lo que nadie más quiere mencionar?
Práctica diaria para convertirse en un Consigliere
Se trata de práctica, no de personalidad:
- Practica hacer pausas. No te apresures a responder. Permite que otros hablen completamente.
- Practica la empatía. Imagina cómo se siente este momento para cada persona presente.
- Practica el pensamiento sistémico. Cada comportamiento tiene una historia; cada familia tiene un patrón.
- Practica la humildad. Tu valor no está en tener razón, sino en ser auténtico.
Las familias con las que trabajo no recuerdan mi mejor idea fiscal; recuerdan cómo los hice sentir cuando las cosas estaban complicadas, inciertas o conflictivas. Ahí es cuando tu presencia se convierte en tu mayor poder.
Reflexiones finales
El futuro del asesoramiento a familias empresarias no pertenece a la persona más inteligente, sino a quien puede permanecer en la sala cuando las emociones están al límite. Es aquel que puede integrar estrategia con alma, sabiendo que detrás de cada estructura legal hay una historia, detrás de cada plan hay personas buscando ser vistas.
Ese es el tipo de asesor que buscan las familias empresarias.
La única pregunta es: ¿estás listo para convertirte en uno?